5/03/2007

A golpe de recuerdo, recuerdo de los golpes.

Me llamaron muchísimo la atención los sucesos que tuvieron lugar durante estos días 1 y 2 de mayo en el barrio de Malasaña, y los he intentado seguir por todo tipo de medios de comunicación. No quiero entrar ahora a ponerme a defender ni a culpar nada, a analizar la situación como hacen los contertulios de turno en sus cafés de mañana (esos "todólogos", como hoy he escuchado a Javier Couso en una ponencia, porque saben de todo) y la plana política (siempre tan cercanos a la calle...).

Tan sólo quiero contar mi anécdota.

Desde que era pequeño, mi padre siempre me ha inculcado un carácter pacífico, pero fuerte ante las adversidades. Con esto también incluyo el hecho de que siempre me ha dejado claro que evite las peleas, los enfrentamientos, que nunca acabe con las manos lo que se puede arreglar hablando, etc. Pero no con ello me ha enseñado a poner la otra mejilla; siempre me ha enseñado que, cuando ya no hay más remedio y la pelea se tiene encima, hay que tener claro que hay que defenderse, y saber afrontar la situación para salir lo mejor parado posible. Por ello, hemos practicado muchas veces defensa personal juntos, pero siempre con el espíritu de canalizar la violencia que ejerzan sobre ti. Esto también viene dado por nuestra pasión por el judo, que tanto hemos practicado juntos a lo largo de los años, deporte con unos principios y filosofía de respeto hacia tu oponente importantísimos.

Claro está, que las "normas de las peleas" en la calle han cambiado: siempre hemos oído a nuestros padres hablar de que dos se pegaban de lo lindo, y luego se invitaban a unas cañas y todo perdonado, por ejemplo. Ahora nada es así, todo es buscar la superioridad numérica, la puñalada por la espalda, el golpe imprevisto, no respetar que el otro se encuentre indefenso en el suelo...sí, puede parecer extraño, pero quien no cumplía estas "normas" antes, era tachado de cobarde.

Aquí es donde quiero llegar. Mi padre siempre me decía que nunca golpease a alguien que he derribado o se encuentra en el suelo, porque eso era de cobardes y rastreros, que no saben enfrentarse cara a cara y que aprovechan la desventaja del otro para seguir propinando más golpes al mismo.
El otro día , viendo las imágenes de los hechos acaecidos en la madrugada del 1 de mayo, vi una y otra vez imágenes de ya no sólo uno, sino varios policías pateando y golpeando con las porras la cabeza, las costillas, la espalda y las piernas de algún pobre desdichado que tuvo la mala suerte de caer al suelo o que fue derribado por ellos, y que se encontraba totalmente indefenso y tan sólo podía intentar tapar los resquicios de sus zonas vitales sin saber de donde le llovían los golpes. Puedo decir que tampoco me pareció algo inaudito y nuevo, porque lo hemos visto no pocas veces todos aquellos que hayamos seguido imágenes de manifestaciones, desalojos, y otros actos que han terminado en una carga policial, y que no nos hayamos ceñido a las versiones oficiales ni a sólo ver las imágenes de los telediarios de rigor.

En fin, que se me vinieron a la cabeza aquellos consejos que mi padre me daba desde pequeño sobre cómo no debía de actuar ante una situación violenta, para no ser un "sucio contrincante", y he sacado al conclusión de que aquel macarra de barrio que se aprovechaba del más débil, aquel cobarde, aquel rastrero, ahora le han dado una placa y una porra, y encima cobra dinero por hacer todo aquello que mi padre me dijo que no hiciese nunca.

Enhorabuena, muchacho de la porra, has llegado a algo en la vida, debes sentirte orgulloso. Seguro que llegas de las manifestaciones contra la LOU, contra la ocupación de Irak, por una vivienda digna, o simplemente de barrer las calles de"maleantes", al calor de vuestro hogar, y en la cama cuentas orgulloso a tu mujer o novia tus heroicas batallas acabando con el mal a golpe de porrazo, "repartiendo democracia", y viendo realizado tu sueño de autoridad, o luego comentando en el bar con tus amigotes cómo esos "guarros" han sangrado con tus caricias.

Lo siento mucho, hombretón, pero mi padre me lo dejó bien claro: "quien golpea a alguien que está en el suelo, es un cobarde". Sí, papa, sí. Y además vigila la conducta correcta de la sociedad. Papa, ¿y si cae al suelo quien espera que yo caiga para patearme...hago lo que él me haría?. Esta sería mi pregunta unos 7/8 años atrás...Supongo que mi padre me respondería que no tengo que caer en su juego sucio, y ser respetuoso con quien ha caído ya.